Aprender a meditar: cómo comencé con mindfulness y meditación

Aunque seas la persona más racional del mundo

Así era yo. Estudié económicas y relaciones internacionales, se me daban bien los idiomas y trabajé durante años en el área de comercio exterior. Crecí en una familia no creyente en un país que prohibía la religión (nací en la Unión Soviética en 1985). Aunque viajé mucho al sudeste asiático, nunca me sentí atraída por budismo o hinduismo. Rechazaba con contundencia todo lo que olía a espiritualidad.

Ocurrió en un momento de estrés, sentía que tenía demasiado ruido en mi cabeza, me notaba demasiado ansiosa, incapaz de frenar ni siquiera un momento, no lograba descansar, ni parar los pensamientos.

Descartaba ir al psicólogo, porqué consideraba que “no estoy tan mal”. Practicaba yoga, pero no me ayudaba mucho. 

Estaba permanentemente agotada.

Así me vino la idea de aprender a meditar. Mi único objetivo era: parar los pensamientos y, por fin, poder estar en calma y paz.

Cómo ya comenté, fui una persona que prefería mantenerse al margen de todo lo religioso, espiritual, místico. La única vez que me apunté (para acompañar a una amiga) a una meditación en un centro de budismo tibetano en Barcelona, me quedé profundamente dormida en la última fila al minuto dos..

Sólo me despertaba cuándo mi cabeza caía hacia delante. 

Así que acercarme a un centro de ese estilo ni se me pasó por la cabeza.

En ese entonces, la palabra “mindfulness” captó mi atención.

Tuve la percepción de que “en el mindfulness” explicaban cómo meditar sin recitar cosas que yo no entendía.

Así que ahí estaba yo, de la noche a la mañana apuntándome a un curso de mindfulness (que resultó ser un programa de Mindfulness para Reducción de Estrés).

Primeros pasitos...

Desde la primera sesión supe que era un antes y un después. Llegué a la sesión con dolor de cabeza, salí sin él.

Aprendí cómo “cambiar el modo”: en esa modalidad nueva de atención plena mi cabeza/mente/cerebro descansaba. Tensión desaparecía.

Me decía a mi misma: “vaya, parece que el cerebro también puede relajarse” y “vaya, puedo existir en un modo completamente diferente”.

En las clases éramos todo tipo de personas: alguien quien buscaba gestionar estrés y ansiedad, otros un crecimiento y desarrollo personal y profesional, alguna persona con altos niveles de malestar por trauma de infancia, personas que pasaban por duelo, separaciones o alguna situación personal difícil. 

Fue una experiencia muy bonita. Tan bonita que la repetí.

Tan bonita que decidí dedicarme a ello.

Ahora bien, volviendo al tema de meditación. Una vez acabado el programa, me metí en la meditación zen.

Una puntualización: el entrenamiento en mindfulness (y básicamente el MBSR) se basa en la práctica de meditación budista explicada y guiada de manera laica y científica; lo que permite avanzar en diferentes aspectos con mayor comprensión del proceso.

 

La práctica de zen cayó en un terreno ya “fértil”. Hice el “clic” muy rápidamente gracias al entrenamiento de MBSR que ya tenía. Y dió sus frutos en mi primer retiro de 7 días de meditación y silencio en el que pude dar saltos cualitativos en la práctica desde el segundo día.

Y desde ahí siguieron más retiros, más formaciones y más práctica.

Y aquí te comparto algunos consejos para que puedas comenzar a meditar:

1. Meditar no es dejar la mente en blanco

Meditar es un proceso consciente.

Queremos empezar a ser conscientes de más cosas, no de menos.

En el proceso de meditación uno comienza siendo totalmente consciente de sus sensaciones corporales, respiración, estado anímico, entorno que le rodea.

Adopta una actitud de curiosidad acerca de tu experiencia de ese momento presente.

Aprender a meditar foco

2. Meditar es cuidar de tu salud a diario

Uno de los mayores retos con la meditación es encontrarle tiempo. Piensa en ello como un hábito de higiene: como si fuese algo tan importante y cotidiano como lavar los dientes.

¿Tienes 3 minutos por la mañana y noche para lavarte los dientes?

¿A qué no lo saltas porque hoy no estás de humor, cansado o tienes otras cosas?

Adopta la misma actitud con la meditación: ten tiempo reservado para ella y sé fiel a tu propósito.

3. La postura importa

Hay algunas meditaciones que se realizan tumbado boca arriba, pero recomiendo por norma general meditar sentado.

Con espalda alineada y una buena base: peso repartido entre el tronco y ambas piernas. No te apoyes en el respaldo.

Puede ser que al principio sentarte de esa manera genere alguna incomodidad.

La mayoría de esas molestias se resuelven corrigiendo la postura con ayuda de un maestro. Puedes obtener de este post más consejos acerca de la postura.

4. Elige el objeto o la secuencia de la práctica

Te recomiendo comenzar con meditaciones mindfulness guiadas básicas (como atención a la respiración o escáner corporal). Son ideales para desarrollar “el músculo” de la atención y concentración.

Aconsejo practicar la misma meditación durante un período de tiempo hasta que la tengas integrada y puedas hacerla sin grabación.

Respecto a las meditaciones mindfulness hoy en día hay una abundancia en Youtube y apps.. Te aconsejo investigar un poco para elegir una más “formal” que no solamente te lleve a la relajación, sino realmente te vaya guiando en el entrenamiento de atención.

Por ejemplo, cuando hice mi primer retiro de silencio me venían a la mente las instrucciones que tantas veces escuché en las meditaciones del MBSR que no solamente me ayudaron a realizar la práctica, sino gracias a ellas sabía cómo atender diferentes experiencias que se me presentaban en la meditación.

Si ya estás guiando tu propia práctica, siempre define el tiempo de la meditación antes de comenzar. No alargues si “va bien”, ni finalices antes cuando “va mal”.

5. ¿Qué hacer con los pensamientos durante la meditación?

Los pensamientos aparecen y seguirán apareciendo.

La clave es dejarlos pasar: no quedarse atascado en un bucle de pensamientos. Otra clave consiste en observarlos sin identificarse. Con algo de entrenamiento podrás ser consciente cuándo exactamente nace un pensamiento y el efecto que produce en el cuerpo.

Dejando el pensamiento ir y volviendo a la práctica estás entrenando los circuitos neuronales de atención.

Lo que yo hago cuando noto que tengo una vorágine de pensamientos y no logro estabilizarme: cuándo me doy cuenta que estoy pensando en algo, lo dejo ir al exhalar. Como si soltase el pensamiento junto con el aire. 

6. No esperes nada

Puede ser que comiences a meditar para conseguir mayor claridad mental, “descansar” de los pensamientos o para vivir “experiencias trascendentales”.

Sea cual sea tu propósito, déjalo fuera de tu práctica.

En la meditación solo trata de estar presente con lo que hay. Sin esperar nada. Sin rechazar nada.

Si te interesa avanzar más en ese camino puedes ver las Sesiones de Mindfulness Online o Programa MBSR.

Ania Savina

Instructora de Mindfulness

  • Mindfulneando desde el 2018
  • Fan de neurociencia y la aplico en mis procesos de mindfulness
  • Más de 3.000 horas en formación en mindfulness
  • Más de 300 horas de impartición
  • Y lo más importante: amo lo que hago

 

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