Desde la primera sesión supe que era un antes y un después. Llegué a la sesión con dolor de cabeza, salí sin él.
Aprendí cómo “cambiar el modo”: en esa modalidad nueva de atención plena mi cabeza/mente/cerebro descansaba. Tensión desaparecía.
Me decía a mi misma: “vaya, parece que el cerebro también puede relajarse” y “vaya, puedo existir en un modo completamente diferente”.
En las clases éramos todo tipo de personas: alguien quien buscaba gestionar estrés y ansiedad, otros un crecimiento y desarrollo personal y profesional, alguna persona con altos niveles de malestar por trauma de infancia, personas que pasaban por duelo, separaciones o alguna situación personal difícil.
Fue una experiencia muy bonita. Tan bonita que la repetí.
Tan bonita que decidí dedicarme a ello.
Ahora bien, volviendo al tema de meditación. Una vez acabado el programa, me metí en la meditación zen.
Una puntualización: el entrenamiento en mindfulness (y básicamente el MBSR) se basa en la práctica de meditación budista explicada y guiada de manera laica y científica; lo que permite avanzar en diferentes aspectos con mayor comprensión del proceso.